Por legado fundacional le debemos un tierno amor a nuestra Madre, la Virgen María, conocida congregacionalmente como la “Fundadorita”, título dado por M. Amalita, quien al ser nombrada como primera Superiora General de la Congregación, entregó las llaves de los conventos a esta buena Madre y rogándole que ella vele por la Congregación y sus miembros.
Como hijas queridas, nos comprometemos a amarla y honrarla con la imitación de sus virtudes, especialmente la inmolación al pie de la cruz.